Vamos a contar dos maneras de superar el síndrome del impostor.
Si eres una persona creativa, habrás sufrido el síndrome del impostor. Puede que estés buscando la manera de superarlo y acallar esa vocecilla interior que nos susurra lo malos escritores y autores que somos, y a la que, a base de insistir, acabamos dándole la razón. Al menos, en parte.
Aunque tienen más posibilidades, no afecta sólo a personas inseguras. Según un estudio, 7 de cada 10 personas han sufrido este trastorno que nos hace creer que nuestros logros vienen dados por un golpe de suerte, que nuestros propios esfuerzos no son para tanto y que, al final, nos impide reconocer nuestra valía. Se habla muy alegremente del síndrome del impostor, pero, en realidad, es duro porque nos convence de que no somos suficiente ni estamos a la altura. Si la vocecita nos habla por alguna circunstancia puntual (un cambio de empleo, por ejemplo), es comprensible que pasemos un tiempo de inseguridades y dudas. Pero si se cronifica, pues puede llegar a afectar incluso a nuestro desarrollo profesional.
Para empezar, ¿cuáles son las causas del síndrome del impostor? Pues puede haber varias.
Por ejemplo, durante la infancia, una gran exigencia familiar (respecto a las notas escolares) o la comparación constante con otras personas cercanas (un hermano); las altas expectativas sobre uno mismo y que nunca se llegan a alcanzar; la autoexigencia o el hecho de hacer esfuerzos desmesurados para alcanzar unos resultados que no compensan. El síndrome del impostor surgiría de una percepción distorsionada del éxito y del fracaso.
Porque, si preguntas, mucha gente no sabría dar una definición de lo que es éxito y fracaso. Pero este es otro tema.
Así que el síndrome del impostor, en el fondo, es un miedo a no estar a la altura y sus causas pues está en percepciones erróneas sobre la exigencia, las expectativas y nuestras propias capacidades.
Perfiles del síndrome del impostor
La doctora Valerie Young ha desarrollado una clasificación que ha dado como resultado cinco perfiles de personas que tienden a sufrir este tipo de miedos.
El primero es el perfil perfeccionista: personas que se proponen metas demasiado altas y siempre piensan que lo podrían haber hecho mucho mejor, aunque tengan éxito. Se quedan con esa sensación de fracaso, aunque hayan obtenido buenos resultados.
El segundo, el perfil superhumano, son quienes creen que, para cubrir sus necesidades, tienen que trabajar cada vez más y más, lo que puede acabar en una vida estresante, incluso perjudicando su salud mental y sus relaciones con los demás.
El tercero, el perfil del genio natural, que son quienes suponen que todo debe salirles bien a la primera y, además de forma fluida, y se frustran cuando no es así. La cultura actual, tan inmediata y de lo «fácil», fomenta este tipo de pensamiento.
El cuarto perfil, el que la doctora ha llamado perfil individualista, lo desarrollan las personas que escogen hacerlo todo por su cuenta, sin pedir ayuda a los demás por temor a que queden en evidencia sus supuestas incapacidades. Piensan: yo solo puedo con todo. Y no, a veces tenemos que pedir ayuda.
Y el quinto es el perfil experto, los que consideran que no han sido honestos y tienen miedo a que los descubran. Son quienes consiguen hacer algo y se sienten un fraude porque quién soy yo para hacer esto, quién me creo que soy.
Como ves, lo diferentes perfiles pueden estar interrelacionados, pero siempre habrá unos rasgos que destaquen sobre los del resto.
Maneras de vencerlo
Por último, vamos a ver algunas maneras de contrarrestar esta voz que nos susurra que no somos suficientemente buenos en las tareas que nos proponemos. Vamos a ver las que los expertos proponen de manera genérica, y, luego, dos que a mí, como autor, me ayudan a lidiar con esta movida mental.
- Aceptar las recompensas. No atribuir que nos felicitan o hemos logrado ganar algo porque era un trabajo en equipo o porque otra persona te lo revisó o lo que sea, te están felicitando a ti por lo que has hecho, por tanto te están reconociendo tu tarea y el resultado de lo que has obtenido de ella.
- No buscar la perfección. Define la tarea o el problema y busca una solución. Cuando la tengas, pues pasa a otra cosa, no te quedes obcecado en si había una mejor opción, más perfecta. Esa idea te va a hacer perder tiempo porque el tema ya lo tienes resuelto. En el caso de que tú solo no puedas resolverlo, pide ayuda, que no pasa nada. Otro día, esa persona te pedirá ayuda a ti y seguro que no la vas a ver como alguien incapaz o inepto. No te apliques a ti mismo un rasero más exigente que el que aplicas a los demás.
- Cambio de perspectiva. Esta no es fácil, pero es efectiva. te lo digo por propia experiencia. En lugar de compararte con los demás, compárate solamente contigo mismo. Es decir, si a mí me gusta escribir pero soy un perezoso que nunca me pongo a ello, pues la cosa sería tratar de adquirir este hábito, aunque sea con pocas palabras al día. Y los días que lo consiga, felicitarme por ello en lugar de escuchar la vocecita diciendo que otros escriben muchas más palabras al día.
Superándolo como escritores
En mi caso personal, aplico dos tácticas que me ayudan a tener bajo control la maldita vocecilla. Las he llamado Cuéntame y No puedo vivir sin ti.
La primera, Cuéntame, consiste en leer libros que otros escritores escriben sobre su vida, su experiencia editorial y creativa, sobre su forma de trabajar, de escribir y de entender la literatura y el negocio que hay detrás. ¿Por qué? Porque vas a ver que ellos conviven con exactamente las mismas dudas y miedos que tú en tu incipiente carrera. Si son honestos, y la gran mayoría lo son, verás que cuentan sus éxitos, sus fracasos, sus aprendizajes y sus experimentos creativos con sus resultados buenos, malos o regulares. Sentirás que te están hablando a ti porque los vas a entender, vas a comprender esos procesos como si te los estuvieran aplicando a ti. Porque, en realidad, lo que estará pasando es que el autor te estará dando una clase, se estará comunicando contigo, con otro autor, y comprenderás su mensaje. Le podrás decir a tu voz que se calle un rato, que hay un escritor hablando.
La segunda táctica, No puedo vivir sin ti, está basada en el cambio de perspectiva del que hablamos más arriba. Consiste en racionalizar la voz del impostor. ¿Te has fijado que te dice que tus escritos no valen nada, que no eres bueno o cosas así, pero no que abandones la escritura? Si te das cuenta, no te dice que dejes de escribir sino que lo que escribes no vale nada. Entonces, racionalízalo, dale la vuelta a su planteamiento. Dile que vale, que puede que no todo lo que escribes sea bueno, algunas cosas, incluso, serán basura, pero no vas a abandonar porque es lo que quieres hacer. Si te critica, racionalízalo y plantéate qué hacer para mejorar tus historias. Puedes decidir que te lo comenten lectores beta, contratar una corrección profesional o hacer cursos. Cualquier decisión será buena en pro de mejorar como autor en lugar de darle la razón sin más.
En resumen:
El síndrome del impostor puede afectar a nuestra creatividad, pero también al resto de ámbitos de nuestra vida. No es fácil, pero se puede luchar contra esa voz. Yo lo trabajo con dos sistemas que, personalmente, me ayudan mucho, y que comparto contigo por si te a ti también te pueden servir:
Táctica Cuéntame. Implica leer libros de escritores, no sus novelas sino las obras en las que hablan de sus vidas y procesos creativos. Te identificarás con sus dudas y miedos iniciales. Es como una master class del autor que acallará la voz crítica interna.
Táctica No puedo vivir sin ti. Consiste en cambiar la perspectiva con la que te enfrentas a la voz impostora. Dale la razón, acepta que quizás lo que escribes no es perfecto pero sigue escribiendo, pero racionaliza sus mensajes. No le des la razón sin más y busca mejorar mediante correcciones profesionales, cursos u otras opcione